Tender la ropa es una actividad que me alegra, sobre todo los días soleados.
Me gusta sacar las camisas y camisetas de la lavadora y estirarlas como cartón, encontrar el par correspondiente a cada calcetín y colgarlos juntos sobre la cuerda, hacer apuestas acerca de si las pinzas van a alcanzarme, o por el contrario, voy a tener que economizar aquí y allá. Una vez cerrado el cristal, verlas danzar con el viento. En Nigeria han lapidado a otra mujer, mientras yo me ahogo sin poder siquiera gritar socorro, sin nadie que haga cadenas en Internet para salvarme, porque no soy más que un eslabón de la cadena, un ser antitrágico maltratado del primer mundo.
Y pienso: esta soledad no puede durar siempre.Silvia Rins