Inma, como tantos de nosotros, es dos personas: la poeta del dolor, la
impotencia, la melancolía; y la mujer fuerte, alegre y optimista. La
segunda, simplemente vive. La primera escribe, para que a la segunda la
vida se le haga más soportable: “Escribir versos es solo una cuerda que a
ratos me sostiene”, escribe Inma Arrabal. Una tiene todo lo que
necesita. La otra carece de lo que desea.
El corazón es sólo un pájaro que llama: nostalgia por el amor perdido, dolor de la ausencia y conciencia del paso del tiempo.
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